domingo, 27 de febrero de 2011

Deep Purple Rules!!!



El 23 de febrero (segunda presentación) fue una fecha gloriosa, hablo por mí, y posiblemente, por mucha gente que encontró el mismo destino alrededor de las 8:45 pm. en el Auditorio Nacional, en el Distrito Federal: Deep Purple, en vivo.


Muchos de ustedes, rockeros acérrimos, seguramente checaron crónicas, notas, resúmenes, artículos y más, “en fin” material que retratara lo que musicalmente vivimos unos cuántos afortunados, sin embargo, lo que provocaron Ian Gillian (voz), Roger Glover (bajo), Ian Paice (batería), Don Airey (teclados) y Steve Morse (guitarra), en nosotros, la gente que juntamos o conseguimos hasta por debajo del suelo dinero para comprar un boleto, la gente que subimos al metro en hora pico y recorrimos estaciones y transbordes, la gente que buscamos y pagamos un estacionamiento después de horas de tráfico, la gente que nos formamos y nos dejamos manosear para entrar al auditorio, la gente que nos fumamos y bebimos para disfrutar mejor el concierto, la gente que nos desvelamos un miércoles y trabajamos o fuimos a la escuela jueves con ojeras y ojos rojos, la gente que gozosa recordará este momento el resto de la vida…
Contextualizar debidamente, yo digo: 1968, año mágico, la agrupación inglesa Deep Purple existe y nadie detiene lo que fue una de esas tantas magistrales que formaron la base del heavy metal y hard rock. Cambios constantes en la agrupación, idas y des-idas en una armonía grupal, y más de 100 millones de discos vendidos alrededor del mundo, son lo que sostienen la garantía que todos contemplamos a la hora de comprar nuestra entrada.
8:30 de la noche, y después de haber experimentado unos de esos tantos “fenómenos pre-conciertales” que mencioné al inicio de este artículo, llegué a la entrada del Auditorio Nacional. Como es mi costumbre, y la de muchos, llegar “a la mera hora” me obligó a correr y correr entre puestos de prendas, tazas, plumas, posters, gente joven, gente no tan joven, mujeres, hombres, policías; mirando de reojo en búsqueda de alguna playera que se uniera como sentimiento simbólico, a la experiencia que venía de expectativas muy altas por mi parte y la de muchos.
8:35 de la noche, con playera en mano, me acerqué a la entrada del auditorio, no todas las puertas daban acceso y las filas no era tan largas, sin embargo, desesperados muchos de nosotros, acelerábamos paso. La entrada evitaba la inmersión de cámaras de fotografía, así que mientras uno de mis acompañantes iba a “paquetería”, corrí a los sanitarios a vestirme para la ocasión, en donde afortunadamente por la hora, la fila era nula.
8:43 de la noche, después de una carrera maratónica para buscar el acceso, la fila, y el número de butaca del sagrado lugar que ocupé durante casi dos horas, los silbidos, los aplausos y ruidos que reflejaban ansiedad por parte del público para que comenzara el espectáculo, emanaba de más jóvenes que de no tan jóvenes. Delante de mi, un chico como de 15 años, con papá “mata larga” y mamá “conservadora” a su lado. Del lado derecho cuatro hombres de alrededor de 19-24 años con facha “normalona”; en los asientos de atrás, jóvenes, adolecentes, en su mayoría hombres.
8:46 de la noche, silenciados repentinamente al escuchar “Highway star”, gritos, silbidos, puños alzados, y de frente a la audiencia, cinco viejitos haciendo un ruido infernal. Entre el público, cabezas en movimiento, looks clásico-rockeros, muchas prendas oscuras, muchos trajes sastre (los que del trabajo pasan al concierto); hasta al frente del lugar, dos chicas “guapetonas” no dejan de bailar y agitar el cabello, hasta atrás, binoculares; en todo el recinto flash de cámaras y luces de celulares encendidos.
Hard Lovin man, Maybe I'm a Leo y Strange Kind of Woman, entre otras se dejaban oir, coros, gritos, y de repente, el solo de guitarra, en el cual, fragmentos de melodías clásicas y muy clásicas surgían. La armónica, empleada por el vocalista de la agrupación, sonó para interpretar el ritmo de “When a Blind man Cries”, “The Well Dressed Guitar”, “Almost Human” y “Lazy”. Después, el teclado salió al quite y nos regaló minutos de su solo, tocando algunos fragmentos de canciones que hicieran referencia a la identidad mexicana, y es cuando pensé: “The Doors es característico por su teclado, Deep Purple también”.
Más adelante, y tras haber anunciado una acostumbrada huida no definitiva, la agrupación regresó exponiendo ahora, un fabuloso solo de batería. Después, para cerrar con broche de oro, como resorte sobre el asiento saltamos al escuchar “Space Truckin” “Smoke on the wather”, bailamos, cantamos, tocamos imaginariamente la guitarra, la batería: un éxtasis total, el cual continúo tras escuchar “Hush”, seguida del mejor y más rico solo de bajo que haya escuchado en vivo (no he escuchado muchos, pero no le quita lo magnífico), y finalmente “Black Night”, y “ohhhohohohohohohohohoooo-hoho-hoho” respondía al riff de la guitarra.
10:40 de la noche, así fue, complacidos, satisfechos, hartos de tanto buen rock, que todos salíamos coreando aún aquel “ohhhohohohohohohohohoooo-hoho-hoho” que articulamos con “Black Night”, sobre pasillos y escaleras; más podríamos pedir, pero quizá hubiéramos sufrido un shock emocional serio.
“En fin”, más souvenirs dentro y fuera del auditorio todos compramos, conforme pasaban las horas bajaban los precios: pulseras, posters, sudaderas, playeras, discos, dvd’s, de todo se podía adquirir. Algunos cenamos comida callejera, algunos simplemente corrimos para alcanzar metro, algunos recordaban y buscaban su automóvil, todos, todos quedamos perplejos.

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